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Cuando alguien a nuestro alrededor sufre ansiedad, en muchas ocasiones tenemos la necesidad de ayudarle o apoyarle en esos momentos, pero con cierta frecuencia la ayuda que se da no es la apropiada.

Incluso, aunque lo hagamos con nuestra mejor intención, decirle ciertas palabras a una persona que sufre ansiedad puede ser contraproducente.

La ansiedad es un fenómeno que todas las personas hemos vivido en algún momento a lo largo de nuestra vida. De hecho hay situaciones en las que sentir ansiedad es adaptativo, lo que es problemático es cuando esta ansiedad se vuelve desadaptada y nos interfiere en nuestra vida diaria, desarrollándose un trastorno. Esto puede ocurrir en una situación concreta que nos desborda la ansiedad cada vez que se nos presenta, por ejemplo tener miedo al trasporte público o hablar con nuestro jefe, o sentir ansiedad generalizada por muchos eventos, tanto internos como externos.

Algunos tipos de trastornos de ansiedad son más conocidos, como por ejemplo el trastorno de ansiedad social. Es fácil imaginar a alguien que se siente incomodo en una fiesta o tiene un miedo aterrador a hablar en público.

Pero hay otros trastornos relacionados con la ansiedad con los que muchas personas luchan, por ejemplo, ¿por qué mi padre se niega obstinadamente a tirar los crucigramas que terminó hace meses y deja que se acumulen en casa?, ¿por qué mi compañero de piso se asusta fácilmente, incluso ante el mínimo ruido?, ¿por qué mi hermana tiene que comprobar al menos 3 veces que los electrodomésticos están apagados antes de salir de casa?

Cuando nos vemos envueltos en estos estados que generan descontrol e incomprensión, solemos recurrir a las personas de nuestro entorno para que nos echen una mano y nos ayuden a buscar una solución, pero no siempre nos es útil.

Por ello, os dejo a continuación, varias frases que no deberíamos decir a una persona que padece ansiedad.

1. “Cálmate»

Esta expresión incluye muchas variantes, como ¡Relájate! o “Solo respira hondo”.

Seguramente, si la persona pudiera ya lo habría hecho, ¿no crees?

Cuando una persona está sufriendo un episodio de ansiedad, es difícil relajarse, porque su sistema nervioso simpático esta activado, manifestándose la respuesta de lucha o huida. Este proceso biológico es real y urgente, que aumenta de manera automática su frecuencia cardiaca y sus niveles de adrenalina, sus músculos se tensan y los sentidos se ponen en máxima alerta.

La respuesta de lucha o huida está diseñada para actuar de forma instintiva, anulando el pensamiento racional. Si vas por el campo y ves un animal salvaje, lo último que te paras a pensar es en la razón.

Finalmente, el sistema de alarma disminuye. Pero cuando una persona está en el medio de una respuesta de lucha o huida, no puedes decirle que se enfríe. Es casi imposible de hacer, además invalida su experiencia. La frase puede parecer condescendiente y, especialmente si es lo primero que dices, muestra que no estás interesado en comprender lo que les está sucediendo. 

Que decir en su lugar:

Puedes hacer preguntas abiertas como:

-“¿En qué estás pensando?”

Si sabemos el tema por el que la persona se ha puesto ansiosa, podemos preguntarle sobre ese tema. Puedes hacer preguntas de seguimiento como: «¿Qué piensas?, ¿qué te preocupa de todo ello?, ¿qué anticipas que pueda ocurrir?, ¿cuáles crees que son tus mejores opciones?”. Hacer preguntas muestra que estás interesado. También ayuda a introducir una estructura de resolución de problemas y le da la otra persona la oportunidad de reducir la velocidad, pensar en sus respuestas y analizar los hechos.

-Ayudar a tener una visión más objetiva: la ansiedad favorece la percepción sobreestimada de amenaza y la infravaloración de los recursos de la persona, por lo que si podemos ayudarla a ver la situación de forma más objetiva y realista, disminuiremos dicha emoción y se favorecerá la exposición a la situación temida. 

2. «No hay nada de qué preocuparse».

«No es nada importante», «Vas a estar bien». «Te reirás cuando recuerdes esto». «¡No te preocupes! Tu problema no es tan grave».

Ninguna de estas versiones —de «No hay nada de qué preocuparse» – son útiles. La persona que está sufriendo ansiedad cree que su problema es grave y se siente mal por ello. Además, ¿cómo sabes que todo va a estar bien?

Por ejemplo, tal vez tu sobrina de 16 años está angustiada porque se peleó con su novio y jura que la relación está acabada. Si no está demasiado afectada por ello, y es capaz de manejar sus emociones, está perfectamente bien tranquilizarla y decirle que es normal tener desacuerdos en las relaciones de pareja. Ella podría estar abierta a escuchar que, incluso si termina, habrá muchas otras oportunidades para el amor. 

Pero si es una persona propensa a la ansiedad, o parece sobrepasada emocionalmente ante la situación, este tipo de tranquilidad no pasará. Ella bien puede decir: «¡Pero no entiendes! ¡Le quiero, él es el hombre de mi vida!”. Incluso si no estás de acuerdo, piensa en un momento en el que sentiste algo muy profundo, ¿Te persuadieron fácilmente de lo contrario?

Que decir en su lugar:

-Empatizar: En lugar de descartar lo preocupada y molesta que está, muestra empatía, ponte en su lugar, con sus circunstancias. Muestra comprensión y disponibilidad ante la situación que la persona verbaliza.

-No predecir: No necesita estar de acuerdo con una predicción específica. («Él va a romper conmigo y nunca volveré a encontrar el amor».) Puedes demostrar que la escuchas, combinando su tono y estado de ánimo. («¡Uf, eso es complicado! Es estresante no saber hacia dónde se dirige tu relación»). 

-Preguntas abiertas: nuevamente, las preguntas abiertas son clave. Pregunta: “¿De qué trató la pelea?, ¿cómo dejasteis las cosas la última vez que hablasteis?, ¿os ha ocurrido más veces?”. Es importante recordar que no estás haciendo esto para solucionar su problema, si no que estás buscando ofrecerle una actitud comprensiva y dispuesta, y una oportunidad para que se sienta como si escuchara su propia voz. 

-Evitar las descalificaciones y trivializar: no hacer reproches, comentarios irónicos o juicios morales, ya que esto facilitará que la persona que padece ansiedad se sienta prejuzgada y rechazada.

3. «Yo también tengo problemas».

A veces, compartir y compadecerse puede ser validado. Si alguien parece estar ligeramente ansioso o puede reírse de su situación, compartir sus sentimientos similares puede parecer una excelente manera de aliviar la tensión.

Pero hay que tener cuidado de no anular o descartar accidentalmente una ansiedad significativa. Decir algo como «también estoy preocupado por mi exposición en el trabajo» podría parecer una buena manera de mostrar apoyo y empatía con un amigo que se enfrenta a una experiencia similar. Pero es posible que su amigo tenga una ansiedad significativa por hablar en público, y no sea capaz de manejarla. 

Que hacer en su lugar:

-Escucha activa: siéntate y escúchale. La persona con ansiedad tiene preferencia en esa conversación, y aunque el apoyo emocional debe ir en ambos sentidos en una relación, este no es un buen momento para compartir nuestros problemas o preocupaciones.

4. Evitar tener comportamientos de sobreprotección.

Naturalmente, queremos ayudar a otras personas que lo están pasando mal y sacarlos de la situación que provoca ansiedad lo antes posible.

Tal vez tu amigo se sienta incómodo y aterrorizado cuando acude a las fiestas, por lo que le animas a que siga bebiendo alcohol para ayudarle a tranquilizarse. Tal vez aceptes acompañar a un familiar en un viaje de 10 horas, porque la persona tiene miedo a volar. Hay padres que perciben que su hijo tiene miedo a los perros, y al ver uno en el parque, le saca rápidamente de la situación.

¿Por qué todo esto es contraproducente? Porque la ansiedad se alimenta de la evitación.

Para alguien con fobia a los perros, cada vez que entra en pánico, se dirige en la dirección opuesta al perro, su fobia se consolida un poco más, porque al huir siente alivio, y es lo que confirma que el estimulo que teme es realmente peligroso. Lo mismo ocurre con la persona que bebe para aliviar su ansiedad en situaciones sociales, escapa de esos síntomas tan incómodos que le generan la ansiedad, y en ocasiones es capaz de enfrentar la situación, generándole la necesidad de tener una conducta de seguridad como puede ser el alcohol o el consumo de ansiolíticos. 

Entonces, ¿cómo podemos ayudar a la persona a que no evite? 

-Sé comprensivo y firme. Por ejemplo, anima a tu amigo a que se exponga a situaciones sociales estando tú con él, reafirmándole en la idea de que tú te sientes muy bien con él, y seguramente más gente se podrá sentir así. O animar a tu familiar a hacer ese vuelo en avión, y que tú le acompañaras estando a su lado cuando lo necesite, animándole con el alivio que sentirá después de exponerse. Y si nuestro hijo tiene miedo a los perros, podemos acercarnos nosotros y acariciarle, para modelarle en la idea de que no es algo peligroso para él. 

-Reforzar siempre los avances que consiga la persona, pues para ella es un gran esfuerzo.

Recuerda que puedes ser de gran apoyo emocional para una persona que sufre ansiedad y fomentar comportamientos saludables para él.

El truco esta en tratarle con empatía y hacerle preguntas abiertas, y cuando veamos que esta evitando o escapando del problema, procuraremos responsabilizarle suavemente y con firmeza para que se exponga a él.

En el caso de que veamos que nuestro ser querido mantiene unos niveles de ansiedad cada vez más elevados e interfiere con su vida cotidiana, lo mejor será recomendarle acudir al psicólogo, para valorar su caso concreto y darle pautas individualizadas.