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“El mayor error que podemos cometer en la primera parte de una relación es pasar por alto los problemas y esperar a abordarlos más adelante”

 

Cuando las parejas inician la terapia para trabajar en su relación y solucionar sus problemas, el terapeuta suele preguntar cuándo comenzaron estos conflictos. A menudo, las parejas pueden identificar el origen del problema en sus primeras citas. Es posible que no hayan tenido grandes peleas sobre el tema en ese momento, pero probablemente fue un punto de tensión que uno o ambos ya habían observado.

La pregunta es, ¿por qué es así? Después de todo, si había algo problemático al inicio de la relación, ¿por qué no fue abordado o resuelto en ese momento?

Hay una serie de razones por las que las parejas no abordan cuestiones importantes que surgen en las primeras etapas de su relación.

Primero, cuando nos enamoramos por primera vez, es menos probable que nos molesten ciertos problemas, que una vez que el hechizo desaparece sí lo hacen.

En segundo lugar, una vez que nos hayamos estabilizado emocionalmente con nuestra pareja y empecemos a ver que la relación tiene éxito, podemos dudar en plantear problemas que puedan causar conflictos.

Por último, a menudo dejamos demasiadas cosas molestas en las etapas iniciales de una relación porque no somos conscientes de una verdad fundamental sobre las relaciones. Las dinámicas de las relaciones son como el hormigón, pueden ser moldeadas cuando el hormigón todavía está fresco, pero rápidamente se vuelven rígidas y difíciles de moldear. En otras palabras, las expectativas que establecemos al principio de una relación, el dar y tomar, los roles en los que nos encontramos, los hábitos que aceptamos, el ritmo rápido de nuestro día a día, hace que estas dinámicas se vuelvan mucho más difíciles de cambiar.

Cuando surgen problemas en las primeras etapas de la relación y no se abordan, puede haber una suposición de que lo que ha sucedido es aceptable para ambos miembros de la pareja.

Marta y Luis, son una pareja con la que trabajé recientemente, y me han permitido contar su historia y su ejemplo de este principio. Luis llegó 10 minutos tarde en su primera cita con Marta. Llegó agitado y sin aliento, aparentemente por haber llegado corriendo. Él no comentó nada del motivo de su retraso, y Marta tampoco le preguntó. Al no hacerlo, lo que le comunicó a Luis era que aceptaría su retraso y que ni siquiera tendría que disculparse por ello. Luis llegó de nuevo tarde a la segunda cita, pero se retrasó un poco menos, lo que Marta pasó por alto por que “claramente había mejorado» (palabras de Marta). Pero esa dinámica ayudó a crear una expectativa de que Luis no tiene que ser puntual.

He trabajado con muchas parejas en las que la resolución de un problema se ha ido retrasando, habiéndose gestado muy temprano en la relación. Cuando pregunto por qué no hablaban y resolvían las diferencias, la respuesta suele ser: «no quería arruinar la cita» o «no quería empezar una pelea», o «fue sólo una tontería».

 

Cómo establecer límites correctos al principio de la relación

Con el fin de evitar comportamientos que no nos gustan y convertirse en hábitos en nuestras relaciones, tenemos que anotarlos y abordarlos tan pronto como sea posible, de una manera concreta, centrándonos en esa cuestión sin causar un conflicto que pudiera echar a perder el resto de la relación. Estas son algunas pautas:

 

  1. Cuando el comportamiento que no nos gusta es leve.

Necesitamos encontrar maneras casuales de comentar sobre él de tal manera que no arruine la cita o violentar a la otra persona. Una referencia casual y que comunicamos sutilmente sobre el comportamiento que no encontramos aceptable (por ejemplo, preguntando, «¿había mucho tráfico? » cuando nuestra pareja llega tarde).

 

  1. Si el comportamiento es más grave.

La intensidad de nuestro mensaje debe coincidir con el nivel de preocupación que el comportamiento específico evoca en nosotros. Por ejemplo, si durante nuestros primeros encuentros, nuestra pareja recurre a malos modales o faltas de respeto para dirigirse a nosotros cuando está enfadado, y no dejamos absolutamente claro que no toleraremos que se nos hable de esa manera, es probable que esta forma de expresarse persista e incluso aumente. Por lo tanto, tenemos que ser más directivos en comunicar nuestra preocupación acerca de tales comportamientos e insistir a nuestra pareja en que encuentre otras maneras de expresar sus frustraciones sin comentarios despectivos, groseros o insultantes.

 

  1. Si un comportamiento es intolerable.

No sólo necesitamos comunicar a la otra persona que no lo toleraremos otra vez, tenemos que llevarlo a cabo. Si el comportamiento se repite y no seguimos con nuestra advertencia, estamos comunicando claramente que el comportamiento es problemático pero no un motivo para dar por finalizada nuestra relación. Nuestro mensaje no tiene que dejar lugar a dudas de que será motivo para una ruptura instantánea, y aunque nos duela, tendríamos que tomar la dura decisión, pues sino invitará a que continúe presentándose esa conducta en el futuro.

 

En resumen, las primeras etapas de la relación son aquellas en las que se forma un contrato no hablado sobre las reglas y la conducta de la relación que va hacia el futuro. Es probable que las realidades que establecemos en los primeros días, semanas y meses de un romance determinen la naturaleza de la relación. Por lo tanto, tenemos que ser capaces de mirar más allá de nuestra emoción y entusiasmo, evaluar los comportamientos y las dinámicas que estamos estableciendo, y abordar los problemas potenciales en su inicio. Cambiar comportamientos y dinámicas una vez que se establece una relación es mucho más difícil y el grado de cambio que podemos alcanzar en ese momento es generalmente mucho más pequeño.